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Thursday, November 24, 2016

Populismo de derecha derrota al establishment

El triunfo de Donald Trump y la derrota de Hillary Clinton en las pasadas elecciones presidenciales norteamericanas respondió a un cambio en la correlación de fuerzas al interior de la oligarquía de EEUU. La prolongada crisis del capitalismo y la ‘recesión secular’ que se inició en 2008 contribuyó al surgimiento de una clase trabajadora descontenta y frustrada que se alineó con la candidatura de Trump. La campaña del magnate de Manhattan fue directo al yugular de la poderosa clase capitalista financiera (establishment) identificada como la culpable de todos los males por los sectores sociales que se empobrecen cada vez mas.
La derrota de Clinton, sin embargo, no puede reducirse sólo a la nueva correlación de fuerzas. También se debe a errores cometidos por la ex secretaria de Estado en la campaña y en su subestimación de los cambios estructurales en estados claves de la unión norteamericana. Sus asesores estaban concientes de las debilidades de Clinton pero creían que los ‘arrebatos’ de Trump la darían el triunfo.
Clinton sabía que para ganar tenía que asegurar el comportamiento del electorado en 6 estados claves. El más importante era Florida y también Carolina del Norte. Las encuestas aseguraban su éxito. Además, apostaba que ganaría en los estados del cinturón industrial en decadencia (rust-belt) desde Pensilvania hasta Wisconsin, pasando por Ohio y Michigan. En total, los seis estados tienen 108 votos en el Colegio Electoral. El colegio tiene un total de 538 miembros. Para ganar se necesita una mayoría simple de 270 votos electorales.
Poco después de la medianoche del día de las elecciones, ya se conocían los resultados: Trump 306 votos electorales contra 232 de Clinton. La exsecretaria perdió los seis estados claves. En las elecciones de 2012, Barack Obama ganó cinco de esos estados. Con sólo haber ganado los estados de Michigan y Wisconsin (un total de 46 votos electorales) estaría preparando sus maletas para entrar a la Casa Blanca. Los perdió por márgenes muy estrechos. En Michigan perdió por un 0.4 por ciento (13 mil votos de un total de 4.7 millones). En Wisconsin perdió por 25 mil votos.
Si ganaba en Michigan y Wisconsin habría llegado a tener 286 electores y el pasaje seguro a su anhelada Casa Blanca. En el caso de Wisconsin estaba tan confiada que no visitó el estado durante toda la campaña presidencial. En Michigan – donde un republicano no ganaba desde Reagan en 1984 – sobre-estimó a la capacidad de sus capitanes sobre el terreno. Eran cuatro estados con una población obrera abrumadora que no se cuadró con Hillary.
¿Por qué? Su apoyo a las políticas neoliberales de flexibilización, externalización y de expansión imperial (guerras internacionales) no entusiasmó a los votantes que salieron en 2012 a apoyar a Obama. No fueron sólo los 48 mil votos en Michigan y Wisconsin que hundieron a Clinton. Fueron los centenares de miles de ciudadanos – desconfiados y frustrados con el establishment -  que derrotaron a Hillary y que de rebote le dieron el triunfo a Trump.
El área en que Trump genera más conflictos con el establishment y a escala global, es su política en torno al comercio exterior. Los trabajadores norteamericanos, en cambio, ven esta posición como la panacea y la solución a los problemas de desempleo. Clinton no leyó correctamente las cartas sobre la mesa. En cambio, Trump asumió el discurso populista: Nacionalista y proteccionista. Reconoce que EEUU ha perdido su poder de antaño, especialmente en el campo de la producción. Sin embargo, está seguro que el poder militar de EEUU puede compensar la declinación económica. Ya anunció que pondrá fin a los tratados comerciales que ha negociado EEUU en los últimos 20 años: desde NAFTA hasta el TTP. Tratará de llevar las relaciones con China a un terreno más favorable a los intereses de EEUU.
La gran masa de obreros ‘blancos’ golpeados por las políticas neoliberales y la ‘depresión secular’, se sienten seguros que las políticas de Trump la sacará de su actual miseria. Por otro lado, los afro-americanos sienten que Trump es un aliado de los ultra racistas asociados al Ku-Klux-Klan. Los ‘latinos’ sienten que el nuevo presidente iniciará una cacería contra los llamados migrantes ‘ilegales’.
La pareja de elefantes que se pasearán por el ‘Oval Office’ es Wall Street y el establishment. Tienen el ‘sartén por el mango’. Sin embargo, Trump ya demostró que puede llevarse el sartén sin preocuparse del mango.
24 de noviembre de 2016.

Thursday, November 17, 2016

Panamá y Donald Trump


Panamá y EEUU han tenido una difícil relación por más de siglo y medio. En forma creciente el istmo de Panamá se convirtió en una pieza fundamental en los planes de expansión de los capitalistas norteamericanos. La construcción del Ferrocarril Trans-ístmico (1850-1855) y el Canal de Panamá (1904-1914) fue estratégico en la consolidación del nuevo imperio que se extendía sobre un continente del océano Atlántico al Pacífico. Posteriormente, Panamá se convirtió en una enorme base militar para las guerras de EEUU contra Japón (1941-1945) y, después, contra Corea y Vietnam (1951-1975). Las bases en la antigua Zona del Canal también sirvieron para intervenir e invadir todos los países de América latina, convertido en el ‘patio trasero’ de EEUU.
En el transcurso de más de 175 años Panamá ha lidiado con decenas de gobiernos y sus ejecutivos. Los primos Teddy y Franklin Roosevelt, los Bush (padre e hijo), Jimmy Carter y Ronald Reagan son algunos de los mas recordados, para bien y para muy mal. Los presidente de EEUU han encabezado invasiones, golpes de Estado, han conspirado en magnicidios y se han burlado de los panameños.
El presidente electo, Donald Trump, aparece en el horizonte como un fenómeno político novedoso e impredecible. Para el mundo financiero, el empresario es una interrogante y su retórica contrario al mal llamado ‘libre comercio’ ha puesto a temblar las bolsas mercantiles en todos los continentes. El presidente Juan Carlos Varela, al contestar una pregunta sobre la elección de Trump, no logró hilvanar una respuesta coherente. El gobierno panameño todavía no tiene una política para enfrentar el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Washington tiene una política muy clara para Panamá desde la invasión militar de 1989. ¿Cómo compagina esta posición de EEUU sobre Panamá con las ideas de Trump? Es una pregunta cuya respuesta la conoceremos, en la medida en que comienzan a cuadrar (si cuadran) los objetivos de la política exterior de la nueva administración.
La política exterior de EEUU tiene tres objetivos en Panamá desde la invasión militar de 1989: En primer lugar, asegurar que el tránsito por el Canal no se interrumpa. Segundo, servir como eslabón en su política militarista a escala regional. Al mismo tiempo, ser útil en su política de “guerra contra las drogas”. Por último, desarrollar los lineamientos neoliberales del ‘consenso de Washington’, explícitos en el Tratado de Libre Comercio suscrito por ambos países. Políticamente, EEUU delegó en una pequeña elite panameña la responsabilidad de gobernar el país. La elite lo ha hecho bastante mal, especulando con los ingresos extraordinarios que genera la operación del Canal de Panamá, creando un déficit creciente y desestabilizando el régimen político con la creciente corrupción producto de la militarización. En 20 años arruinó el agro y la industria, destruyó los sistemas de salud y educación, y el sistema de representatividad política ha caído en manos de una mafia insaciable.
El presidente electo, Donald Trump, no tiene intereses personales en Panamá. (Sólo el nombre en uno de las torres hoteleras que adorna el sky-line de la capital). Hace 5 años Trump sí opinó sobre el Canal de Panamá y la manera en que culminaron las negociaciones (1977) que permitió su entrega al gobierno panameño.
En una visita de negocios a la ciudad de Panamá en 2011, Trump declaró que "a Panamá le va muy bien con el Canal, hay tantos trabajadores, hay tanto empleo. Pensar que estúpidamente EEUU le entregó el Canal a cambio de nada". Trump no hacía más que repetir lo que decía con insistencia el presidente Reagan después de que se firmaran los Tratados Torrijos-Carter (1977) hasta su muerte. Un ministro del gobierno panameño en 2011 predijo (con mucho tino) que lo que pretendía Trump con sus afirmaciones era lanzar su candidatura a la Presidencia de su país. De paso, el Consejo Municipal de la ciudad lo declaró persona non grata.
Siguiendo su lógica de campaña, Trump podría pedirle a Panamá que contribuya con parte de sus ingresos, por concepto de peajes del Canal, a la ‘guerra contra las drogas’ (aumentar la compra de armas a EEUU, construir más bases aéreo-navales con materiales norteamericanos y entrenar más efectivos represivos en las facilidades aún existentes de la Escuela de las Américas (Fuerte Bragg). También podría exigirle a Panamá que suprima los pocos aranceles que quedan para inundar el mercado con sus productos agrícolas (destruyendo definitivamente al agro panameño).

17 de noviembre de 2016.

Thursday, November 10, 2016

La CSS tiene que regresar al sistema “solidario”

Según los números que maneja la Caja de Seguro Social (CSS), la Asamblea de Diputados y, obviamente, el Presidente de la República, esta institución de los trabajadores panameños es la más rica del país. El presupuesto anual de la CSS supera los 5 mil millones de dólares.

A pesar de los enormes recursos que maneja, los asegurados no cuentan con las atenciones de salud mínimos, su capacidad administrativa es criticada a diario y – lo más extraño – sus directivos y los políticos señalan que en menos de dos lustros su programa de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) quebrará.  Es decir, los 245 mil pensionados que actualmente tiene la CSS quedarán sin protección alguna. Los actuarios calculan que para 2024 habrán más de 300 mil pensionados.
Hay un problema serio que debe ser resuelto con urgencia. La CSS recaudó por concepto de cuotas en el último ejercicio fiscal, un total de 1,750 mil millones de dólares, según su director. Además, tuvo ingresos significativos por otras partidas producto de sus gestiones administrativas. Esta cantidad, aparentemente, no es suficiente para cubrir las necesidades de los dos grandes programas de la CSS: IVM y Salud y Maternidad.
Hay que buscar las causas de este problema que ya está golpeando los cimientos de la institución. Conocemos el mal, ahora es necesario encontrar la solución. Hay tres causas. Uno grande: 1. La Ley 51 de 2005 que desvió las cuotas de todos los nuevos asegurados a compañías aseguradoras privadas. Dos menos graves: 2. El desgreño administrativo y 3. La corrupción que constituye un fardo cada vez más pesado que cargan los asegurados y el país. 
Veamos primero la causa más grande del descalabro. Según los directivos de la CSS, “el IVM cuenta con dos sistemas de pensiones, uno es el antiguo sistema de beneficio definido (solidaridad) y el otro con cuentas individuales o subsistema mixto, creado por la Ley 51 de la CSS”. ¿Qué quiere decir esto? El sistema solidario funciona sobre la base de los aportes que hacen los asegurados que se suman al sistema de pago de cuotas. Cada generación apoya a la anterior. Con la ley que se aprobó en 2005, los nuevos asegurados no contribuyen a la Caja para cubrir las pensiones de los asegurados más viejos.
Si el sistema de pensiones que descansa sobre la solidaridad no tiene ingresos, ¿cómo cubrirá las necesidades de los trabajadores pensionados? Los fondos que tenía en 2005 y algunos adicionales deberán cubrir las demandas de los asegurados en el sistema solidario hasta ‘el último pensionado’ que en teoría se moriría en 2060. Imposible.
Quienes concibieron y aprobaron la Ley 51 de 2005 sabían muy bien las consecuencias de esta pieza legislativa nefasta. La promovieron pensando en dos objetivos: Primero, beneficiar a los especuladores capitalistas que recibirían los aportes de los asegurados en el nuevo sistema de ‘cuentas individuales’. En buenas cuentas, es un despojo. Segundo, los legisladores en 2005 calcularon que los gobernantes tomarían una medida ‘heroica’ antes del colapso del IVM. Por ejemplo, podrían crear una partida especial para los asegurados despojados en el presupuesto nacional o destinar una parte de los peajes del Canal de Panamá al programa del IMV para cubrir el déficit.
En segundo lugar el desgreño ha sido implacable. En  los primeros seis meses de 2016, la CSS tenía un presupuesto para la compra de medicamentos de $369 millones. Sólo utilizó $188 millones, es decir, el 51% de los recursos asignados.
Nadie sabe cual es la situación financiera de la institución desde hace tres años. Un directivo dijo que “se requiere tiempo para conocer la situación financiera de la entidad, la cual en este momento está siendo evaluada”.
En tercer lugar, la corrupción ha hecho millonarios a unos pocos. Por un lado, la malograda construcción de la Ciudad de la Salud ha sido un fiasco, Mejor sería convertir esa estructura en el Cuartel Central de la Policía Nacional. En el gobierno anterior la corrupción fue rampante. En los primeros 18 meses de gestión la CSS sumó a la planilla 2,177 funcionarios. Un incremento casi del 10 por ciento de los empleados. Además, la CSS aumentó los gastos en casi el 15 por ciento sin tener los ingresos.
Es urgente reformar la Ley Nº51 de 2005 y regresar al sistema solidario. Además, hay que acabar con el desgreño administrativo y la corrupción rampante.

10 de noviembre de 2016.

Thursday, November 3, 2016

República y proyecto de Nación: Pasado y futuro

 Hay una pregunta de fondo: ¿Contribuyó la creación de la República - el 3 de noviembre de 1903 - al proyecto de nación de los panameños? La respuesta a la pregunta no la podemos encontrar en el estudio de los personajes o sólo en los textos existentes sobre los acontecimientos de aquella fecha. Es necesario someter a un exhaustivo examen la historia centenaria de la República para determinar si hemos avanzado en la consolidación de nuestro proyecto de nación o si, por el contrario, nos hemos estancado o si hemos retrocedido.

En el caso de Panamá, el 3 de noviembre de 1903 existía un grupo de panameños decididos a hacer realidad un proyecto de país que le permitiera a esa elite tomar plena posesión de la ruta de tránsito y disfrutar de su enorme potencial económico. Hemos usado el término “proyecto de país” y no proyecto de nación, ya que no está muy claro si estas eran las intenciones de los próceres. Ricaurte Soler calificaría a este grupo social separatista como “clase antinacional”.
El proyecto de emporio comercial de los conspiradores del 3 de noviembre fracasó. EEUU tomó posesión de la posición geográfica y de la ruta de tránsito. Pero los ‘próceres’ dejaron las bases para construir la República. Otros grupos sociales iniciaron la lucha por la recuperación de la “soberanía” perdida y por el ‘proyecto de nación’. Así lo entendió Diógenes de la Rosa, quien le planteó al país la necesidad de dejar atrás las pequeñeces del debate en torno al 3 de noviembre y que comenzáramos todos a construir la nación panameña. Con más pesimismo, también lo planteó Roque Javier Laurenza.
En más de cien años de República hay que preguntarse nuevamente, como lo hicieron De la Rosa y Laurenza: ¿tenemos la capacidad para dirigir a un pueblo dispuesto a caminar hacia la consolidación de un proyecto de nación? La respuesta es afirmativa. Por un lado, persisten las dudas sobre las circunstancias que marcaron el nacimiento de la República el 3 de noviembre de 1903. Por el otro, hay que decir con claridad y fuerza que en los cien años de República se han despejado las dudas sobre la existencia de un pueblo panameño que impulsa un proyecto de nación en permanente proceso de construcción.
Hay que mencionar tres hitos en la lucha por constituir el proyecto de nación de los panameños. En primer lugar, el rescate de la República producida por los liberales populares encabezados por Belisario Porras. La alianza entre el arrabal de Santa Ana y los pequeños agricultores de Azuero le dieron vida nacional al país y recompusieron los pedazos dejados por el fracaso de los conspiradores de 1903. En segundo lugar, la reincorporación a la nación por parte de la llamada pequeña burguesía de Acción Comunal y el liderazgo posterior de su caudillo Arnulfo Arias.
Tercero, el populismo de Omar Torrijos que creó un amplio abanico social que incluyó a la clase obrera, las organizaciones campesinas y los empresarios nacionales. Las luchas estudiantiles y la gesta del 9 de enero sirvieron de antecedente e inspiración para que la alianza populista recuperara la soberanía perdida.
La alianza de estas cuatros clases sociales – empresarios nacionales, capas medias, obreros y campesinos – le permitió a la nación negociar el fin de la colonia norteamericana en territorio panameño, la evacuación de las bases militares y la transferencia del Canal. 
No existe, en la actualidad, claridad sobre qué grupo social debe encabezar el país. La alianza entre las cuatros clases sociales que logró negociar con éxito los Tratados Torrijos Carter parece haberse desvanecido. Los campesinos y obreros, que identificaron su proyecto de nación, se encuentran a la defensiva. Los empresarios han perdido el ímpetu y, a la vez, el discurso nacionalista que los caracterizó durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX. Regresaron al poder, a fines del siglo XX, los conspiradores del 3 de noviembre de 1903, sin proyecto de nación, protegidos por las bayonetas norteamericanas.
Este grupo, formado por conspiradores y especuladores, toma decisiones sobre el país, sin proyecto de nación. Sus flancos están abiertos a los ataques tanto externos como internos. En este 3 de noviembre corresponde a los panameños reflexionar no sólo sobre el pasado de la República, sino también sobre el futuro de la Nación.
(Versión modificada de artículo publicado en La Universidad, N°14, noviembre de 2004).

3 de noviembre de 2016.