Colombia es como una caja de Pandora. Cuando se abre no se sabe que saldrá. O, más bien, no se hacen los estudios previos para predecir las consecuencias de las decisiones que se toman. Hace apenas dos semanas los colombianos rechazaron un acuerdo de paz negociado durante 4 años entre el gobierno del presidente Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La derrota de la alternativa que favorecía la paz fue apenas por 60 mil votos, el 0.5 por ciento del voto popular. El 63 por ciento de los colombianos aptos para votar prefirieron abstenerse.
Los datos arrojados por las elecciones permiten llegar a
una primera conclusión sobre los resultados que sorprendieron a los más
incautos y a los observadores internaciones interesados. La abstención es una
muestra de desconfianza hacia el gobierno central de Bogotá. La campaña por el
voto SI era para Santos y el voto NO era abanicado por Uribe. Es decir, el establishment
bicéfalo: el presidente Santos y el expresidente Uribe. En términos electorales
fue un voto ‘castigo’. La mayoría de los
colombianos no querían saber ni del uno ni del otro.
Santos apostaba, de ante mano, a su premio Nóbel de la Paz.
En cambio, Uribe convirtió la convocatoria a las urnas en un referéndum contra
las FARC. No hay duda que para la oligarquía (establishment)
‘cachaco’, la correlación de fuerzas
para determinar la distribución de la riqueza colombiana es más importante que
la guerra o la paz.
Las FARC, a su vez,
después de 52 años de lucha guerrillera (desde su fundación en 1964) en
los bosques húmedos de las montañas colombianas, calculan que pueden
convertirse en una opción democrática para el país. Tienen que tener en cuenta
la derecha salvaje representada en este momento por Uribe, que recurre a
cualquier arma para mantener el orden oligárquico. Igualmente importante es la
abstención de millones de colombianos quienes hay que incluir en la ecuación
política
¿Por qué no pudieron los
colombianos afianzar el voto por la paz? En un lúcido análisis, Jorge Gallego
hace su análisis de los resultados del referéndum. En primer lugar, “empezando con la coyuntura, Santos
se la jugó por la paz, convirtió al proceso en su principal caballo de batalla.
Pero su gobierno es impopular y su coalición política se encuentra fragmentada”.
Allí tenemos dos elementos que contribuyeron al fracaso: Santos es impopular y
su ‘coalición’ está fragmentada.
Según Gallego, en torno a la campaña, el gobierno se
dividió en dos campos. Los dos con miras a las elecciones presidenciales de
2018. Por un lado, el vicepresidente Germán Vargas Lleras. Por el otro,
Humberto de la Calle, apoyado por la ‘casa’ Gaviria. Según esta versión, el
expresidente César Gaviria es el padrino de De la Calle y lo colocó como jefe
negociador del gobierno en las conversaciones con las FARC. Ante este panorama, “el actual vicepresidente
Vargas nunca se la jugó de lleno por los acuerdos. No lo hizo porque sabe que
el triunfo del proceso es una amenaza a su candidatura. Prefirió dedicarse a su
propia agenda política. Su distanciamiento fue tan notorio, que el propio
presidente lo exhortó a pronunciarse a favor de la paz a tan solo un mes del
plebiscito”.
La división de la alianza gubernamental le pasó una factura
al presidente Santos que los promotores del Sí hoy lamentan. El vicepresidente
Vargas Lleras tiene su base electoral en la región de la costa del Caribe. “Un
potencial electoral de casi 8 millones de votos, que representan el 21 por
ciento del caudal electoral del país. La abstención en el referéndum fue del 73
por ciento en la región frente a un 63 por ciento en el resto del país”. Algo
falló, sin duda. Le costó el referéndum a Santos y a los seguidores del Sí. La
región del Caribe, tradicionalmente liberal y partidaria del Sí, en su mayoría,
en caso de haber votado en mayores proporciones hubiese podido contrarrestar el
resultado, adverso de casi 60.000 votos. Pero es evidente que en su pelea
interna con la Casa Gaviria, el vicepresidente Vargas no tuvo incentivos para
aceitar su maquinaria y llevar a estos votantes a las urnas”.
¿Podrán las FARC enfrentar con algún grado de éxito político las divisiones internas de la oligarquía colombiana y sus fracciones ‘cachacas’, antioqueñas y costeñas, entre otras? Gallardo recomienda una relectura de García Márquez.
13
de octubre de 2016.
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